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16 de octubre de 2020 Blog Por

Inés y Valentina: el poder transformador de su lucha

A 10 años de la sentencia de Inés Fernández y Valentina Rosendo vs México

Estoy agradecida y honrada por compartir estas palabras, en primer lugar con Inés y Valentina. A más de 10 años de haber tenido nuestro primer encuentro y de haberlas acompañado en una parte del litigio ante la Corte Interamericana, hoy tengo el privilegio de compartir la conmemoración de su lucha y de su victoria. Y desde las organizaciones que las hemos acompañado, refrendar nuestro compromiso para continuar caminando juntas, para que la sentencia que ellas ganaron se llegue a cumplir a cabalidad.

Ahora bien, medir el impacto de una sentencia de esta índole a nivel nacional e internacional es siempre complicado. No siempre somos capaces de ver todo el impacto que puede tener la lucha de las mujeres indígenas que se resisten a la violencia racista, colonialista, capitalista, patriarcal que se ejerce en sus cuerpos, en sus territorios, en sus hogares, en sus comunidades, en sus organizaciones, a través de diferentes instituciones, militarizando sus territorios, controlando sus formas de vida, propiciando divisiones, borrando sus conocimientos y saberes, eliminando a sus poblaciones, controlando y desvalorizando los precios de sus cultivos, empobreciendo sus comunidades, extrayendo y explotando su tierra, su territorio y su trabajo, fomentando la subordinación de las mujeres, ignorando su voz y su valía para la comunidad y el tejido que hacen de ella en el cuido, en el trabajo de la tierra, en la educación, en la organización comunitaria, en su familia e impidiéndoles el acceso a la justicia.

Todo esto lo han resistido Inés y Valentina y lo siguen haciendo miles de mujeres indígenas en nuestra región. Cada vez que una de ellas lucha, busca justicia, le da sentido a su dolor en la esperanza del cambio, todas y todos aquí nos transformamos.

Uno de los tantos resultados de esta lucha, fue la obtención de la sentencia de la Corte Interamericana. La sentencia tiene grandes impactos como ya han señalado, tanto en la vida de Inés y Valentina, de sus familias, y de sus comunidades. Con esta sentencia no sólo se les concedió la razón a Inés y Valentina y por primera vez unos jueces les creyeron, reafirmando que no eran unas mentirosas. Con esta sentencia también ocasionaron que el Estado mexicano no pudiera ignorarlas más. Hicieron que las vieran, que las oyeran, que las repararan, y con ello hicieron que vieran a sus hijos e hijas, y a su pueblo. Con su lucha y con esta sentencia irrumpieron la narrativa y la lógica de la opresión, no eran más las víctimas de sus agresores, de los militares, del Estado colonialista. Con su resistencia y con esta sentencia dieron una lección de dignidad y de dominio de su propia existencia. En un México que se distingue por su racismo, machismo, clasismo, y extractivismo, que una mujer indígena levante su voz y con ella la de su pueblo, y demande al Ejército y con él al Estado y sus demás instituciones, develando las atrocidades cometidas en contra de ellas, resulta sumamente transgresor, para que otras mujeres no vivan lo mismo, y por eso el impacto es tan amplio que aún no alcanzamos a medirlo todo.

La sentencia también ha tenido impactos en la vida de otras mujeres me´phaa, así como en otras mujeres indígenas de la región y de otras partes del mundo, quienes pueden hacer uso de la sentencia y de los estándares ahí establecidos para encontrar argumentos, para encontrar esperanza, para seguir luchando. Ellas se han convertido en semilleras de cambio y en defensoras de otras mujeres.

Inés y Valentina sumaron a los esfuerzos para confrontar el poder absoluto del Ejército mexicano consiguiendo eliminar el privilegio del fuero militar y así desafiar su impunidad. En ambos casos existen militares procesados por los delitos cometidos en contra de ellas. Además, se esperan resultados de las investigaciones en contra de los funcionarios y funcionarias en todos los niveles que no cumplieron con su deber de protegerlas y de garantizarles el acceso a la justicia.

También esperamos ver que la sentencia tenga impactos en el quehacer de los funcionarios y funcionarias del Estado, tales como ministerios públicos, jueces, juezas y personal del organismo judicial, quienes han sido formados y ahora están obligados a utilizar en otros casos similares los estándares internacionales con perspectiva interseccional, así como el protocolo de investigación en casos de violencia sexual.

Ahora bien, el impacto de la sentencia aún no llega a todo su potencial, porque a 10 años de emitida, la implementación de toda la sentencia por el Estado mexicano todavía es un pendiente. El Estado mexicano aún debe mejorar los sistemas de atención integral de violencia contras las mujeres indígenas, así como los sistemas de salud y de educación de las comunidades, a través de la implementación del Centro Comunitario de la Mujer y Albergue para niñas y niños, y con la mejoría del centro de salud en Caxitepec. También está pendiente ver el impacto en instituciones como el Ejército, las procuradurías de justicia y el poder judicial que requieren una transformación profunda.

Sin embargo, como ya he señalado, con cada una de estas luchas que han dado las mujeres como Inés y Valentina, todas y todos nos transformamos. En esta transformación también nos incluimos las organizaciones de derechos humanos que las acompañamos y quienes formamos parte de ellas. Al caminar con Inés y Valentina nos han dado grandes lecciones, nos han desafiado y nos han confrontado. Hemos aprendido que la transformación no se da con el resultado de la lucha sino con la lucha misma. Que esta es una carrera de largo aliento y que la seguiremos dando, que no se acaba con la sentencia, que aún queda más camino por andar.

También al caminar con ellas, nos han hecho pensar y nos han obligado a salirnos de la caja, para expresar su experiencia individual y colectiva al mismo tiempo, y para traducir desde su cosmovisión y su lenguaje que no es el nuestro, a un lenguaje que no es el de ellas. Al hacerlo, hemos aprendido que esto se logra dialogando entre saberes. Por otro lado, en el acompañarlas no cabe duda de que también han confrontado nuestros propios entendimientos de su experiencia, del derecho, de la justicia, para poder ver todas las dimensiones e impactos que tiene la violencia y la tortura infringida en ellas, pero también a sus comunidades, a su pueblo. Con ello desafían una vez más una visión individualista de los derechos humanos, que, con una visión occidental, no siempre permite expresar fielmente la experiencia de las mujeres indígenas y su sentido de justicia. Esto ha logrado permear el lenguaje del derecho internacional, al mismo tiempo que ha develado también sus limitaciones.

A organizaciones como CEJIL nos han enseñado a continuar pensando y reinventando nuestras estrategias de defensa y de lucha poniendo sus experiencias y sus demandas en el centro de ellas. Así, en el caminar la transformación se iba sintiendo, como organizaciones aprendimos mucho y seguimos haciéndolo. Hoy seguimos intentando ampliar nuestra visión y cuestionamos nuestra forma de ser, de pensar, de relacionarnos, y de hacer la defensa de derechos humanos.

Finalmente, como acompañante de Inés y Valentina no puedo obviar la transformación personal que se ha generado desde nuestro primer encuentro y que aún sigue sucediendo después de una década, tanto como defensora de derechos humanos, como feminista, como mexicana y como mujer. En la lucha de ustedes logré ver la lucha de mis ancestras, me reconocí en mis raíces, y el Yo-individual, se convirtió en un Nosotras, donde las diferencias no nos separan, sino que nos hacen crear puentes.

En la sabiduría ancestral de las abuelas se dice que, si una mujer es capaz de sanarse y de encontrarse a ella misma en medio de ese dolor y esa opresión, no sólo se sana a ella sino también sana a las ancestras y abre el camino para que las demás mujeres sanemos. Así que el impacto del caminar de Inés y Valentina ha quedado sellado en un tiempo en espiral, en un espacio infinito que se refleja en las montañas, en los ríos, en los pájaros, en los árboles, en las nubes y en la lluvia que cae en territorio Me’phaa que evocan su existencia y resistencia.

¡Les debemos mucho, Inés y Vale! ¡muchas gracias!

Este artículo es tomado de la presentación que se hizo en el Seminario «A 10 años de las sentencias Fernández Ortega y otros, y Rosendo Cantú y otra, Vs México: avances y pendientes», co-organizado por CEJIL, el Observatorio del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, el Mecanismo de seguimiento de las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en materia de violencia de género, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Centro de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan”, y desarrollado de manera virtual el 31 de agosto de 2020.