CEJIL 30 Años: La Cantuta

Imagen: arte original creado por Catalina Naranjo (IG @licopeno) 

POR GABRIELA WIENER SOBRE LA CANTUTA

Todas las desapariciones forzadas tienen el sello ominoso de sus verdaderos responsables. Aunque no se hayan movido de sus sillas giratorias tienen los dedos manchados de sangre y tierra, aunque no hayan abierto la boca, el pútrido aliento y el murmullo de ratas que sentimos desde entonces, son suyos. Asesinan en lo oscuro desde sus camas, entierran en la sombra mientras hablan por sus celulares, desentierran durante una cena de negocio, vuelven a enterrar en un viajecito de vacaciones. 

De Chile a Argentina, de Perú a México, en el pasado y en el presente de nuestra herida común, en un tiempo dolorosamente mítico pero real, los culpables trasladan cuerpos en cajas de cartón, de leche gloria, por ejemplo, como trasladaron descuartizados a los cuerpos de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta, en el Peru.

Tritura huesos, queman ropas pero el mar de la memoria, siempre los devuelve en forma de una llave, de un trozo de tela. Porque los idiotas intentan callar lo que no puede callarse, de esconder lo que no puede esconderse.

A los hijos, a los hermanos, a los padres, a las madres, a las familias que buscan por todos lados y por toda la eternidad, si hace falta, les agradecemos tanto, tanto, tanto a Raída Condor, Carmen Amaro o Gisela Ortiz, a las madres y hermanas de todos, que no dejaron de pedir justicia. 

En todo este tiempo el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional – Cejil- , como ha hecho en numerosos casos de violación de derechos humanos impunes o en búsqueda de justicia en América Latina, acompañó a los familiares de las víctimas y representó el caso de Cantuta ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la búsqueda de justicia y verdad.  Y ahí han seguido durante todos estos años, acompañando, siempre alertas con los intentos de indulto constantes de Alberto Fujimori. Siguen trabajando, este organismo que cumple 30 años, sigue cumpliendo un papel clave hoy que los derechos humanos siguen siendo amenazados globalmente.

Una vez estuve en un desierto, el desierto de Chile, el desierto de Atacama. Allí un grupo de mujeres, aún hoy, escarban en busca de los huesos de sus seres queridos, allí la dictadura de Pinochet, hizo campos de concentración y enterró los cuerpos de cientos de prisioneros políticos. Un lugar perfecto para enterrar, según un idiota, claro, pues la enorme sequedad de esa zona momifica los cuerpos humanos. Cuando los idiotas se dieron cuenta, corrieron a desenterrar y otra vez a mover y enterrar y a triturar y a quemar. También ese desierto es el mayor observatorio astronómico del mundo, se busca mirando la tierra o al cielo con una plegaria, pero todos los que buscan, buscan lo mismo vestigios, respuestas, constelaciones de verdades.

Allí solo en ese desierto pero también en La Cantuta, en ese vacío, en ese descampado, en ese vacío que no se llena, en el dolor por el que no aparece, se pueden tocar las estrellas con la mano.

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