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1 de julio de 2016 Blog Por

Honduras: Lo que el golpe nos dejó

El 28 de junio de 2009, en Honduras se produciría algo que unos días antes veíamos como improbable, un golpe de Estado. Nuestra incredulidad frente al impacto de los hechos, dio paso a nuestra ira, a la rebelión, que rápidamente se convirtió en resistencia. Las plazas públicas de la mayoría de las ciudades y localidades se poblaron. En esos días que sucedieron al golpe, la movilización  se expandió por todo el territorio. Aquellos fueron días de heroísmo y  de sacrificio.

Todas y todos convocados por la noción de patria que latía en nuestra determinación de luchar sin cesar por derrotar a los que resquebrajaban nuestra institucionalidad.

Miro hacia atrás, siete años después, y lo que veo son aquellas marchas interminables, llenas de banderas y de consignas. Por ese tiempo me desempeñaba como Juez de Sentencia en la ciudad de San Pedro Sula, y era directivo de un colectivo de jueces y juezas que tenía como ideario aportar esfuerzos para fortalecer la democracia, y defender la independencia judicial. En este plano, me sentí convocado a sumarme a las acciones para revertir el golpe de Estado. Entramos con otros colegas en la marea del pueblo de forma decidida, sin cálculo político, y sin miedo a las consecuencias. Fue así que interpusimos acciones legales en contra de los altos funcionarios responsables de la ruptura constitucional, y nos pronunciamos públicamente condenando el Golpe de Estado. El poder no perdonaría nuestra rebeldía. Un año después, 1 Magistrada y 3 Jueces fuimos despedidos de nuestros cargos en la jurisdicción.

El Golpe se quedó. Se enquistó en la institucionalidad desnaturalizada que lo alentó y cobijó. Ellos, ellas, los golpistas sonríen, se envalentonan en sus discursos patrioteros, y nos quieren hacer creer que salvaron al país, que Honduras es hoy mejor que antes. Cuánta falsedad en esas afirmaciones, cuánta demagogia alentada por el control del poder político que detentan. Aunque en el fondo, bien saben que el golpe nos dejó un país confrontado, partido en su tejido social; que hay dos Honduras que conviven hoy en un mismo territorio. Y que, más temprano que tarde, la Honduras histórica, la golpeada, se levantará, para recomponer y reconstruir en clave democrática la institucionalidad.

No hay duda que el Golpe nos sigue doliendo. Por las constantes violaciones de derechos humanos, por la cooptación de las instituciones, por la larga lista de defensoras y defensores que han sido asesinados; por los atentados a la libertad de expresión, los comunicadores y las comunicadoras asesinadas. Por la violencia desenfrenada que nos exhibe ante el mundo, por la pobreza y la exclusión social que se ha acentuado como efecto del Golpe de Estado.

Pero no nos han derrotado. Día a día crece el descontento social, y el arco de la oposición se expande y fortalece con las y los jóvenes que nacieron a la vida política marcados por la ruptura constitucional. El golpe también les robó las oportunidades y esperanzas de prosperar en su país de origen y aún así, se han propuesto rescatar a Honduras.

El golpe de Estado se llevó al menos 20 años de tanteos para construir nuestra democracia. Prospectivamente podemos pensar que Honduras no volverá a ser como antes. Pues si lo vemos en positivo, el golpe nos dejó un debate político e ideológico constante, y  seguro que en este ejercicio de las ideas, residen las claves para edificar/refundar a futuro nuestro Estado de derecho.