CEJIL 30 Años: Marco Antonio Molina Theissen
Imagen: arte original creado por Maria Pichel (IG @mariapichelart)
DEL BLOG LUCRECIA MOLINA THEISSEN / NARRADO POR LA CANTANTE SARA CURRICHICH
Esta fue una acción racional extremadamente violenta, una empresa criminal conjunta planificada y organizada por terroristas que detentaron el poder, que conjugó voluntades, recursos públicos e instituciones estatales para aniquilar a quienes, en su criterio, fueran identificadas como el enemigo, una definición tan amplia que incluyó a familias completas. -Fue una época oscurecida por el miedo, la persecución y eliminación de todas las personas que pensaron y actuaron fuera del estrecho margen de lo autorizado, un rígido marco en el que quisieron aprisionar los sueños e ideales, desteñir las banderas y reducirnos a obedientes, sumisos y callados esclavos.
Paralelamente a la perpetración de crímenes de lesa humanidad y gravísimas violaciones a los derechos humanos de forma sistemática, institucionalizada y masiva, como parte de la guerra psicológica le dieron a sus acciones el carácter de necesarias, patrióticas, y a sus perpetradores la condición de héroes. Esto, aunado al terror y la paralización de la institucionalidad, trastocó el papel de la administración de justicia convirtiéndola en un sistema de garantía de su impunidad y, entre otros factores, naturalizó e instaló la violencia como un componente esencial de las relaciones sociales y el ejercicio de poder.
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Este 6 de octubre se cumplen 40 años del doloroso momento en que fue arrancado de nuestros brazos por militares que, contra todas las leyes humanas y divinas, lo secuestraron, privándolo de nuestro amor y protección, lo desaparecieron y le quitaron la vida a sus escasos 14 años y diez meses de edad. Vengaron así, con absoluta crueldad, que su hermana Emma escapara un día antes de su cautiverio ilegal en la base militar de Quetzaltenango, donde la tuvieron nueve días sufriendo hambre, sed y toda clase de inhumanas torturas y repetidas violaciones.
Estoy segura de que entre quienes conforman actualmente el ejército guatemalteco hay personas capaces de imaginar el profundo sufrimiento que les provocaría la captura ilegal, los tormentos y el asesinato o desaparición forzada de alguno de sus hijos o hijas. Si se pusieran en mi lugar, como seres humanos que somos, comprenderían que no existe ninguna justificación en el mundo para arrancar a un niño de su casa, privarlo del amor y la protección de su madre y de su familia, para después asesinarlo y desaparecerlo, como sucedió con mi hijo Marco Antonio, en 1981, cuando contaba con solo 14 años de edad.
Jamás olvidaré la sonrisa de mi hijo, Marco Antonio.
Tampoco olvidaré cómo los efectivos del ejército me lo arrancaron de los brazos y lo desaparecieron aquel mediodía del 6 de octubre de 1981. Me tortura no haber podido hacer nada por protegerlo en ese momento ni rescatarlo después.
Por eso, por el amor y el sufrimiento que le causaron a él y a nosotros, su familia, aún esperamos… aún luchamos… Hemos transformado el dolor en fortaleza para demandar la verdad de lo que le hicieron, para que nos digan dónde está y exigir que nos entreguen sus restos para sepultarlos dignamente. Solo así, talvez logremos consolarnos aunque sea un poco de nuestro dolor y angustia.
Emma Theissen ( 2016)
Sobrellevamos el dolor y la rabia gracias al amor a Marco Antonio, un sentimiento sepultado bajo la amargura durante un largo tiempo que no se acaba en él, se extiende a Guatemala, a su gente que lucha, a la vida.
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